Una vez, hace mucho mucho
tiempo, vivía en una vida que no tiene nada que ver con la que estoy viviendo
ahora. Hace mucho tiempo era una persona con miedos, muchos miedos, con
inseguridades, sin confianza y sobretodo, una persona con unos valores de los
que hoy en día apenas quedan restos de ellos.
El pasar por mi lucha contra
este enemigo de nombre feo me ha reportado una calidad de vida que antes dudaba
que existiera, tan solo en películas. Cual el protagonista de una película en
la que le visita su ángel de la guarda y le muestra su vida en un futuro si
sigue por donde va, así me he sentido yo, aunque en lugar de ser mi ángel de la
guarda quien me visitó, ha sido el cáncer (¿debería llamarlo cáncer de la
guarda?). Es que he tenido un sueño en el que mi vida anterior se cruzaba con
la de ahora, y he comprobado lo equivocado que estaba.
Para empezar, me ha cambiado
por completo el concepto de la palabra miedo. Cuando ves que tu vida pende de
un hilo, comprendes lo que es el miedo, y no es otra cosa que el privarte de
gozar de todo lo bello que te rodea, de todas esas experiencias que vamos
viviendo día a día, segundo a segundo, y a veces no prestamos atención. El
miedo que antes yo sentía era tangible, se podía palpar, era un miedo material,
pero he aprendido que eso no es miedo; el miedo no se puede medir, no se puede
contar, no se puede tocar, el miedo es todo aquello que te priva de alcanzar la
felicidad, la estabilidad emocional, la confianza en ti. El miedo es lo que
hace que tus sueños carezcan de credibilidad.
Para mí, la salud no era más
que una forma de ganarse la vida otras personas; los que te venden el jarabe
milagroso para quitarte la tos, los que miran a través de una lupa electrónica
el interior de tu oído, y los que te tocan la campanilla con una paleta de
helado. Pensaba que la salud era algo innato a nuestro organismo, que no se
iría nunca. Pero hoy sé lo que es la salud, y no es otra cosa que el pilar de
nuestra vida. Hoy para mí, la salud es mi más preciado tesoro, aquello que
debes esconder para que no te lo quiten.
Quizá antes pudiera
considerarme avaricioso, porque ansiaba tener todo lo material que se pudiera
tener. Pensaba que la calidad de vida estaba ligada a la cantidad de dinero que
se poseía. Cuantas horas de sueño perdí por planear la forma de ganar más y más
dinero. El dinero es efímero, va y viene, viene y va, pero la felicidad no. Una
vez que te topas con
Quizá suene a místico, a
fantástico, a irreal, pero he tenido una visión, y quiero seguir viviendo esta
nueva vida, no cambio nada de lo que tengo. Porque soy rico en felicidad.